Todo médico es un quirón que busca sanar almas. Este es el caso del dr. Carlos Szajnert, quien quiso traer luz al mundo como misión de vida y que además, con su trabajo ha logrado derribar estigmas sobre los médicos latinoamericanos estudiando posgrados en Estados Unidos.
Graduado de gineco-obstetra en la Universidad Central de Venezuela, conoce de cerca las batallas por la vida, como hijo de sobrevivientes del Holocausto nazi, a quienes la vida les hizo conocerse en momentos de terror, pero les unificó en el amor.
Su vida es el reflejo de una historia familiar de superación, en donde la búsqueda por un mejor futuro por parte de sus antecesores, parecería un relato escrito por el más detallista de todos los guionistas. Cabe preguntarse: ¿Existen las casualidades?
¡Cuán misteriosos son los hilos con los que se tejen los destinos de las personas! Las tragedias marcan para siempre a quienes las viven, sin embargo; esta es la clara evidencia de que a pesar de nuestras heridas, siempre podemos ayudar a sanar a los demás.
Tabla de contenido
De Bruselas a Caracas: dos familias judías con un mismo destino
Szajnert relata que cuando las cosas comenzaron a complicarse en Bruselas a causa de los nazis, su abuelo materno decidió buscar nuevos horizontes, aunque eso significó separarse momentáneamente de su esposa e hijos. La idea era poder establecerse económicamente para poder sacar a la familia de la ciudad.


Su abuela materna, desesperada ante las redadas nazis, decidió hablar con la madre superiora de un convento de la localidad, para evitar que sus hijos fueran enviados a campos de concentración. Esta solo aceptó darle refugio a las niñas, pero le recomendó que hablara con el cura para cuidar del varón.

Coincidencialmente, la abuela paterna de Szajnert hizo la misma solicitud al sacerdote. Eran madres desesperadas, que actuaron sin saber lo que una y otra pedían. El religioso aceptó esconder muy bien a los niños en el monasterio con los curas, para que no fueran identificados por la circuncisión que llevaban.
Cuenta que su madre y sus hermanas fueron testigos silentes de cómo una noche, cuando la persecución empeoró, su madre tocó desesperadamente las puertas del convento donde ellas estaban escondidas, pero nadie abrió por temor a represalias. Sin poder hacer nada, vieron como la mujer fue golpeada y arrestada.
La abuela paterna corrió la misma suerte que la materna, con la excepción de que con ella también fue llevado su hijo pequeño de dos años, a quien lamentablemente no pudo salvar de la crueldad nazi.
Según investigaciones hechas por la familia posteriormente, ambas mujeres fueron transportadas en el mismo vagón de tren al mismo campo de concentración, y muy probablemente, murieron el mismo día en la misma cámara de gas.
Los niños en cautiverio
Fue en el ático de una iglesia, donde los niños varones de ambas familias se conocieron. Sin camas, sin buena ventilación, sin calefacción, sin baño; ambos adolescentes intentaron sobrevivir al horror que se vivía en Bruselas.
Cuenta el dr. Szajnert que los nazis se enteraron que su madre y sus tías estaban escondidas en el convento de monjas, así que fueron a exigirle a las monjas que las entregasen. La superiora, para poder encontrar una solución, le pidió a los soldados que regresaran al día siguiente.
Con suerte, logró contactar con miembros de la resistencia judía a quienes entregó a las niñas, antes de que fueran por ellas. Para poder tener una excusa frente a los nazis, los jóvenes simularon haber atacado a las monjas, golpeandolas y amordazándolas para no involucrarlas en el rescate de las pequeñas.
El religioso al enterarse de lo que había pasado con las monjas, decidió sacar a los niños del ático y enviarlos a vivir con unos campesinos a las afueras de la ciudad, por lo que pasaron de vivir en un ático a un establo con animales. Las niñas corrieron el mismo destino.
La rebeldía adolescente y un destino liberador
Ambos niños varones, hartos de vivir tal situación, decidieron escaparse de la granja donde habían sido refugiados, con tal mala suerte que fueron capturados por los alemanes para ser enviados en un tren a un campo de exterminio.
Pero, a veces hay hechos que están destinados a ocurrir, aunque no se entienda la magia del destino. De acuerdo a lo narrado por el padre del dr. Szajnert, los hombres que iban en el vagón lograron abrir un espacio pequeño por donde lanzar a los niños mientras el tren andaba a su destino fatal.
Los niños, delgados y pequeños, lograron colarse por la hendija abierta y salieron disparados al campo, con tanta suerte que cayeron en la nieve sin un rasguño. Ambos niños lograron sobrevivir en el bosque, durmiendo uno al lado del otro para darse calor, comiendo nieve, hojas y lo que se encontraran, para poder sobrevivir.
Al culminar la guerra, las niñas fueron llevadas a un orfanato ya que no tenían a nadie que pudiera velar por ellas. Al haber sobrevivido juntos, los compañeritos de aventuras tomaron cada uno su destino: uno iría en búsqueda de sus hermanas y el otro, a reunirse con su padre.

Una familia como destino común
A todas estas, al enterarse de lo sucedido, el abuelo materno del dr. Szajnert decidió regresar momentáneamente a Bruselas a buscar a sus hijos, a quienes obligó a ir con él a Venezuela, en donde había fundado una fábrica de artículos de cuero y quería que sus hijos le ayudaran en ella.
Una situación que llevaba al punto de la explotación laboral, y en donde la única opción que estos jóvenes tenían para huir de ello era casándose. Aunque su madre había salido con varios jóvenes de la comunidad judía caraqueña, le pidió a su padre como favor desesperado que la enviase con una familiares lejanos a Toronto.
Por su parte, su progenitor se mudó a vivir con su padre, con quien no se estaba llevando nada bien, así que en 1948 se fue a Palestina y se enroló en el ejército, puesto que en ese momento no existía Israel como estado y peleó en la guerra de independencia de Israel.
Una vez terminada la guerra, decidió regresar a Bruselas, pero en vista de que la relación con su padre no mejoraba, decidió montarse en el primer barco que partiera del puerto y pidió que lo llevasen como cocinero, a donde sea que el navío fuera. De esa manera, logró llegar a Canadá.
Estando en Toronto, ambos jóvenes asistieron a una reunión de la comunidad judía que fue hecha exclusivamente para jóvenes solteros en búsqueda de matrimonio. Fue amor a primera vista, tanto así que en tres semanas fijaron fecha para la boda y se casaron dos meses después.
¿Casualidad o destino?
Una vez casados ambos jóvenes, deciden irse a formar familia a Venezuela, sin sospechar la sorpresa que el destino les tenía preparada: diez años después de haberse separado, los compañeros de sobrevivencia volvían a coincidir nuevamente. Esta vez emparentados como cuñados.

Dr. Carlos Szajnert: su vida y profesión
Tras toda la experiencia de su familia, a Carlos aún le tocaba aprender. Su padre era una persona con constantes problemas cardiovasculares, por lo que la familia decidió mudarse a California en la década de los 80, que en aquel entonces era el único sitio donde se practicaban trasplantes de corazón.

Carlos tuvo que, con mucho pesar, dejar a sus amigos, aunque eventualmente le dejaron regresar al país en vacaciones. Y fue en una de esas veces, en las que el amor tocó a su puerta: Eliana, su esposa, quien se convirtió en su motor para culminar el bachillerato en tiempo récord.
El padre del dr. Szajnert apenas sobrevivió un año a su trasplante, por lo tanto; la historia de vida en California se daba por sellada. Él y su madre decidieron regresar a Caracas, donde debió hacer exámenes para obtener su título de bachiller y poder optar a un cupo en la escuela de medicina de la UCV, en donde logró ingresar.
Un matrimonio que crece a la par
Mientras que el joven matrimonio comenzaba su vida en pareja, ambos se apoyaron mutuamente para crecer: mientras ambos se formaban como profesionales, vendían artesanías en un pequeño local que habían creado entre los dos.

Sin embargo, notaron que se les hacía difícil lograr un embarazo, por lo que decidieron someterse a tratamiento in vitro, el cual tras varios intentos, finalmente dio el positivo que tanto anhelaban: unos trillizos estaba tocando a sus puertas.
La adopción como una oportuna de dar más amor
Lastimosamente y por la misma delicadeza que un embarazo múltiple significa, la espera no llegó a buen fin. Fue un duelo muy difícil, del que les tomó tiempo recuperarse. Pero las ganas de dar tanto amor a un niño era tal, que tras el papeleo correspondiente, lograron adoptar a un pequeño que había sido abandonado en el Hospital Los Magallanes de Catia..
Un posgrado en el extranjero: iniciar una nueva vida
A la joven pareja se le presentó la oportunidad de su vida, cuando a Eliana se le ofreció una beca en Fundayacucho, para estudiar el posgrado que quisiera, en cualquier lado del mundo. Esto le dio la idea a Carlos de prepararse durante dos años para poder presentar pruebas de nivelación en Estados Unidos como médico.
Por supuesto, no fue tan fácil como pensaban: pasados los dos años y después de Carlos haberse preparado, el programa de becas se había dejado de ofrecer y Carlos fue rechazado en todas sus opciones. Pero no todo estaba perdido para él: tenía la opción de hacer un internado rotatorio por un año.
Fue así como con un bebé y muchos sueños en la maleta, lograron vender lo que tenían e ir a establecerse a Estados Unidos, con todos los altos y bajos que la experiencia de la migración conlleva, para establecerse en New Jersey.


Allí pudo reencontrarse con Daniel Krivoy, primo hermano de Francis Krivoy, quien también estaba de internado en el mismo hospital. Pero no todo es tan rosa como parece: el dr. Szajnert debió trabajar arduamente para poder ser aceptado en el posgrado y demostrar su valía, ya que el estigma de ser latinoamericano le daba un freno
Otra oportunidad para ser papás
Después de conocer esta historia de vida, queda claro que como bien señala Carlos, las coincidencias no existen. Después de haber vivido aquella pérdida dolorosa en Venezuela y sin hacerse mayores expectativas, lograron el progreso de otro embarazo de trillizos.


Con la bendición de sus hijos y pesar de las vicisitudes que los Szajnert pudieron haber pasado en su experiencia como migrantes, entre deudas, la búsqueda de un visado de trabajo y la crianza de cuatro niños pequeños, finalmente lograron salir adelante, demostrando que quien persevera en sus sueños, tiene altas probabilidades de alcanzarlos.
Historias que contar con Carlos Szajnert
Si quieres conocer más de esta historia de vida inspiradora, llena de muchísimos aprendizajes, te invitamos a disfrutar de la siguiente entrevista que le realizamos desde Producciones Make It Happen, en donde nos compartió todos estos detalles ¡Y más!
Si te gustó el contenido, visita nuestro canal en YouTube, regálanos un like y déjanos tu comentario en el video.
.
Hola buenas tardes.
Usted atendió exitosamente a mi hija hace 6 años .
Está embarazada nuevamente y quiere actualizar los precios .
Le escribo porque en la localidad de mi hija la comunicación es pésima .
Gracias Olivia, le hicimos llegar su mensaje al Dr. Carlos