De la Tierra Prometida a la Tierra de Gracia es la historia de muchos judíos, especialmente israelitas que llegaron “de la tierra prometida a esta tierra de gracia”, en busca de mejoras en su calidad de vida. Entre esas familias estuvo la de Rivka Lobl.
Y es que el porqué Cristóbal Colón llamó tierra de gracia a Venezuela no es algo que sorprenda a quienes la conocen, pero no deja de ser una preciosa casualidad (¿o causalidad?) que tantos inmigrantes hayan venido de la que es considerada la tierra prometida de las tres religiones más grandes del planeta.
Egresada de la UNIMET como Licenciada en Educación Preescolar, se estableció en el país desde 1975 hasta 1990. Hoy Rivka siente a Venezuela tan suya, que perdió el acento israelí a pesar de haber nacido allá, por lo que muchas personas se sienten confundidas cuando escuchan su tono en hebreo.
Aunque volvió a Israel hace más de 30 años, Rivka se considera judía venezolana. Llegó al país con 9 años, hecho que a diferencia de lo que muchos niños viven, no le resultó traumático —a pesar de que empezó a ver clases sin hablar español, puesto que aprendió el idioma muy rápidamente.
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La familia Lobl: de la guerra no se habla
Estas historias que contar inician con la familia Lobl en Czernowitz (hoy Ucrania), de donde también era la bisabuela de Isack Merenfeld, quien también se apellidaba igual. Un pueblo que en plena Segunda Guerra Mundial pertenecía a Rumanía. Con una gran y pujante comunidad judía, fue un importante centro cultural en su momento.
Allí nacieron tanto sus abuelos paternos, así como su padre, quien a los 7 días de nacido fue trasladado con sus progenitores a Transnistria, que en aquel entonces era un campo de concentración.
Este hecho les marcó profundamente, no solo porque vivieron la pesadilla que conlleva un campo de concentración, sino porque su padre no pudo ser circuncidado sino hasta dos meses después de su nacimiento.
Pero para Rivka, esta historia solamente fue conocida, siendo ya mucho más grande. ¿La razón? Sus abuelos se negaban a contar lo que habían vivido en la guerra, además de que para ellos fue una situación muy dura el hecho de cargar por dos meses con un niño no judío.
El holocausto, las pérdidas familiares y la búsqueda de la tierra prometida
Como muchas historias familiares durante la masacre judía perpetrada por los nazis, una parte de su árbol familiar se resintió. En este caso, fue la de su abuela, quien era una de las hijas menores de un total de 9 hermanos. De este hogar, solo sobrevivieron ella y su hermano mayor (medio hermano materno), además de sus padres.
Por su parte, del lado paterno fue un tanto diferente la situación, pues su abuelo Salomón, siendo un joven de 21 años, logró salvar a sus cuatro hermanos menores. Todos fueron rescatados de maneras diferentes, y todos fueron adoptados por diversas familias, con lo cual, todos los hermanos se apellidan de distinto.
Cuando terminó la guerra, la joven familia Lobl regresó a Czernowitz, para darse de bruces con la realidad: prácticamente no les quedaba nada, incluso las sinagogas habían sido eliminadas. Ante tal consternación, su abuelo, quien antes de la guerra había sido futbolista profesional, fue contratado por un equipo en Bucarest.
Aunque esta contratación fue su tabla de salvación, por otro lado, les dificultó el poder mudarse a la tierra prometida (en aquel momento no se conformaba el Estado de Israel), lo cual solo pudieron lograr cuando el padre de Rivka contaba con 14 años de edad. Allí, su abuelo se reencontró con sus hermanos, en 1958.
En cuanto a su familia materna, Rivka comenta que sus abuelos eran de Dorohoi (Rumanía), pero aunque no conoce mayores detalles, sabe que fueron llevados a un campo de concentración en el que perdieron a un hijo pequeño, que su tío nació en pleno conflicto, y que su madre fue concebida luego de culminar la guerra.
Lastimosamente, su abuela enviudó joven, así que tuvo que tirar adelante con sus dos hijos, con quienes se mudó a Israel cuando ya eran adolescentes. Fue allí en donde se conocieron sus padres y formaron una familia, hasta que emigraron a Venezuela en 1975.
El trauma de la guerra y la llegada a la tierra de gracia
Rivka tenía 7 años de edad cuando estalló la guerra del Yom Kippur. Para ella fue un día de nunca olvidar, porque por ser un día sagrado, nada se abre ese día, incluso; el tráfico desaparece. El repentino sonido de unas alarmas, estalló la paz en el ambiente, su madre comenzó a llorar y allí supo que algo no iba bien.
Se fueron a casa de una prima materna, en donde esperaron durante semanas a que todo terminara. Cuenta Lobl que una de sus preocupaciones ese día era quedarse dormida, porque temía que su padre se alistara. Y en efecto, cuando se quedó dormida, encontró que su progenitor ya no estaba.
Quizás movidos por el amargo recuerdo de la Segunda Guerra Mundial, pero dos años después de este hecho, la familia decidió mudarse a Venezuela, aprovechando que su padre tenía a una tía y a su madre viviendo en el país.
La adolescencia en Isla de Margarita y la convivencia con judíos sefardíes
Cuando se le pregunta sobre su adolescencia, a Rivka se le iluminan los ojos porque sus recuerdos están en la perla del Caribe. En aquel entonces, su padre fue contratado para trabajar en los negocios que un empresario argentino tenía en la isla.
Debido a que en Margarita no existían sinagogas, ni colegios de la comunidad judía, la familia permaneció en Caracas, mientras que su padre debía viajar constantemente de un lugar a otro los fines de semana. Pero las vacaciones y los días libres que se pudieran era la familia la que se movilizaba.
Estando en territorio insular, Rivka compartió de cerca con el pequeño grupo de sefardíes que conformaban la pequeña comunidad judía de la isla. Con ellos, aprendió a cocinar ciertos platos, la celebración del Shabat y estableció grandes amistades que aún hoy, más que amigas, son sus hermanas de vida.
La vuelta a Israel
Rivka se había fijado la meta de regresar algún día a la tierra prometida. Aunque lo hubiera hecho desde que cumplió los 18 años, sus padres le pusieron como condición que regresara con un título profesional, porque temían que por ser tan joven, tuviera que cumplir en el ejército y luego no quisiera estudiar.
Fue así como, luego de pensar en diferentes opciones, decidió tomar la carrera de Licenciatura en Educación Preescolar. Para ella, tales eran las ganas de volver que apenas tenía fecha de grado, compró un pasaje de salida al siguiente día. La suerte estaba tan de su lado, que esa misma semana, consiguió un empleo.
Sin embargo, atravesó un proceso a la inversa de lo vivido en Venezuela: hablaba hebreo fluido, pero le costaba leerlo y escribirlo, así que desde el día uno se comprometió consigo misma a leer el periódico y a pedirle a quienes le rodeaban que corrigieran su escritura.
Pero fue cuestión de tiempo para que Lobl entendiera que necesitaba expandirse profesionalmente. Por recomendación de su jefe, contactó con la hija de este, quien estaba buscando contratar personal para una empresa de inversiones con la que estaban buscando crear lazos comerciales en Sudamérica.
Para sorpresa de Rivka, su hermano había sido contratado por la misma empresa desde Venezuela, así que compartieron juntos en la misma organización, hasta qué tiempo después, él se independizó con su propio proyecto, al que años más tarde se sumó ella.
En dicha empresa, Rivka debió enfrentar la crisis financiera del 2008. A partir de entonces, entendió que quería hacer algo mucho más humanista con su vida. Fue así como inició a partir de 2010 una etapa mucho más filantrópica, de ayuda a quien más la necesite.
Así fue como llegó a Beit Venezuela, una fundación que busca ayudar a los inmigrantes venezolanos que desean establecerse en Israel y que quizás, a diferencia de otros latinoamericanos, tienen necesidades o inquietudes específicas.
Además de ello, hace actividades de voluntariado en el Centro de Atención a Mujeres Agredidas Sexualmente en Israel. Para ella, esto último la llena enormemente, no solo porque le ha abierto los ojos a situaciones que desconocía, sino que siente que puede estar allí para una niña que lo necesite.
Historias que contar con Rivka Lobl
Cuando a Rivka se le pregunta por algún consejo, es clara al respecto: más que darlos, ella promueve con su ejemplo de vida lo que se debe o no hacer, porque ni siquiera es capaz de dárselos a sus hijos Idán y Coral, pues lo que desea es que cada quien haga lo correcto para sí.
Si deseas escuchar la entrevista completa y escuchar de boca de nuestra protagonista ciertas anécdotas que nos reservamos para la entrevista en audiovisual, te invitamos a darle play a nuestro video en Youtube.
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